El culto a la personalidad de Adolf Hitler fue una característica destacada de la Alemania nazi (1933-1945),[1] que comenzó en la década de 1920 durante los primeros días del Partido Nazi. Basado en el Führerprinzip de que el líder siempre tiene la razón, promulgado por la incesante propaganda nazi, y reforzado por el aparente éxito de Hitler en solucionar los problemas económicos de Alemania, sus incruentos triunfos en política exterior antes de la II Guerra Mundial, y sus primeros rápidos éxitos militares en Polonia y Francia, finalmente se convirtió en un aspecto central del control nazi del pueblo alemán.
El mito de Hitler como un genio infalible multifacético con cualidades heroicas, casi sobrehumanas, se acercó a la deificación. Se usó como una herramienta para unificar al pueblo alemán detrás de la personalidad, las opiniones y los objetivos de Hitler, y también fue un seguro contra la fragmentación del movimiento nazi en facciones en guerra.