El culto es una de las manifestaciones exotéricas (de carácter público) de una religión, aunque algunas manifestaciones del mismo puedan estar reservadas a los iniciados y, por ello, pertenecer al esoterismo. El culto forma parte de las obligaciones cuya negligencia se califica como impiedad. En las religiones no dogmáticas, la práctica de la ley reviste ese carácter exotérico.
En religión, la lectura de sus textos sagrados o la recitación de sus creencias, la elaboración de su teología por vía de reglas de hermenéutica particulares, como la fe personal de sus fieles (para las religiones dogmáticas, i.e. cuya práctica necesita la adhesión a una confesión de fe), pertenecen al esoterismo.
Pueden ser, según las religiones, el conjunto de los temas siguientes o una elección entre estos:
Las peregrinaciones, la limosna, el impuesto religioso (pago que se da para mantener una religión ajena o practicar la propia, retomado o no por el Estado, como el Diezmo, el Azaque, el impuesto que se hace en algunos países por practicar la religión no oficial, y hace siglos las Parias, el Subsidio eclesiástico, el Excusado eclesiástico y la Abadía), el ayuno son también aspectos del culto aunque no se les pueda incluir en el aspecto litúrgico; pertenecen al dominio de la ley religiosa.
Como la oposición entre religiones de autoridad y religión de la ley, la oposición entre religiones icónicas (que incluyen la adoración y la veneración de imágenes) y religiones iconoclastas es un criterio estructurante de las ciencias religiosas (como la antropología de la religión y la sociología de la religión).
Un culto desempeña un papel importante para la solidaridad en un grupo y asimismo representa un factor de estabilidad para una comunidad. Actos como una procesión, una ceremonia comunicativa (abrazarse), una comida ritualizada, objetos simbólicos (velas) crean complicidad. La pertenencia a la comunidad se expresa y confirma mediante ritos de pasaje (nacimiento, llegar a adulto, el casamiento, la maternidad, la muerte).