Las finanzas corporativas, también referidas en las pequeñas empresas como «Tesorería», constituyen un campo de la economía y la administración de empresas que se ocupa de la asignación intertemporal de los recursos de las corporaciones en un entorno de incertidumbre; asimismo, es la disciplina que se ocupa de estudiar el cómo se toman las mejores decisiones empresariales, mediante la óptima asignación de los recursos en los mercados de activos.
En el plano corporativo, el ejecutivo financiero debe tomar normalmente dos tipos de decisiones básicas: (A) las decisiones de inversión, relacionadas con la compra de activos, y (B) las decisiones de financiamiento, vinculadas a la obtención de los fondos necesarios para la compra de dichos activos (Dumrauf, 2002, pp. 2).[1]
El otro concepto que es importante mencionar en relación con esta cuestión, es la corporación. Brealey et al. (1996) exponen que la corporación o sociedad anónima es una empresa que es propiedad de los accionistas, aunque ellos tienen una responsabilidad limitada. O sea, a diferencia de los otros dos tipos de empresas clasificadas con anterioridad, los accionistas (los dueños de las empresas) no son responsables de las obligaciones de dicha empresa, es decir son propietarios de la empresa, pero no la dirigen, sino que eligen un consejo de administración el cual a su vez, propone a un grupo de dirección para cada departamento de dicha empresa (marketing, ventas, operaciones, finanzas, etcétera).[2]
Por lo tanto, las finanzas corporativas es un área de la administración de empresas que se centra en las decisiones monetarias que hacen las empresas, así como en las herramientas y los análisis utilizados para tomar esas decisiones. El principal objetivo de las finanzas corporativas es maximizar el valor para el accionista.[3]
La disciplina puede dividirse en decisiones y técnicas de largo plazo, y corto plazo. Las decisiones de inversión en capital son elecciones de largo plazo sobre qué proyectos deben recibir financiación, sobre si financiar una inversión con fondos propios o deuda, y sobre si pagar dividendos a los accionistas. Por otra parte, las decisiones de corto plazo se centran en el equilibrio a corto plazo de activos y pasivos. El objetivo aquí se acerca a la gestión del efectivo, existencias y la financiación de corto plazo.[cita requerida]
Brealey, Myeres y Marcus, en 1996, señalaron que las decisiones de inversión también conocidas como presupuesto de capital, son aquellas decisiones que se toman al consideran qué tipo de activos reales deberá conseguirse dentro de las empresas para poder llevar adelante sus operaciones, argumentando que esto es el núcleo del éxito o fracaso de la empresa. Y en cuanto a las decisiones de financiación, señalan que son decisiones que se enfocan a cómo conseguir dinero para poder pagar las inversiones de la empresa.[2]
El término finanzas corporativas suele asociarse con frecuencia a banca de inversión. El rol típico de un banquero de inversión es evaluar las necesidades financieras de una empresa, y aportar el tipo de capital apropiado para satisfacer esas necesidades en sí. Así, las finanzas corporativas pueden asociarse con transacciones en las cuales se aporta capital para crear, desarrollar, hacer crecer, y adquirir negocios.
Y como toda gran disciplina las finanzas han tenido varios enfoques, Fernández en el 2007 cito que existen tres enfoques: El enfoque tradicional surge a partir de la primera guerra mundial, centrándose en el interés de los problemas internos de la financiación empresarial, dando respuestas a las necesidades que plantea un entorno cada vez más cambiante, complejo e incierto. El segundo enfoque es el Moderno donde abarca la estrategia financiera de la empresa y la política de dividendos. Y por último el enfoque donde plantea que la empresa es una mera ficción legal que sirve como nexo de relaciones contractuales entre los distintos agentes económicos, caracterizándose por la existencia de derechos residuales divisibles sobre los activos y flujos generados por la misma empresa.[4]