Un acorazado es un buque de guerra de gran tonelaje, fuertemente blindado y artillado con una batería principal compuesta por cañones de gran calibre. Los acorazados son más grandes y están mejor armados y blindados que los cruceros y los destructores. Fueron los barcos de guerra más grandes de las flotas, representantes de la cúspide del poder naval de una nación, entre 1875 y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Su finalidad era lograr la supremacía marítima, pero con la potenciación del poder aéreo y el desarrollo de misiles guiados sus grandes cañones dejaron de ser determinantes para la superioridad naval y los acorazados cayeron en desuso.
El diseño de los acorazados evolucionó para estar siempre en vanguardia con la incorporación y la adaptación de los avances tecnológicos. El término «acorazado» comenzó a usarse en la década de 1880 para definir un tipo de buque de guerra blindado con placas metálicas, los ironclad,[1] que hoy son conocidos por los historiadores navales como acorazados pre-dreadnought. En 1906 la botadura del acorazado británico HMS Dreadnought inició una revolución en el diseño de este tipo de buques, y los acorazados inspirados por este barco comenzaron a llamarse dreadnoughts.
Los acorazados fueron un símbolo de dominio naval y de sentimiento nacional, y durante décadas también un factor importante tanto en la diplomacia como en la estrategia militar.[2] A fines del siglo XIX y principios del XX tuvo lugar una carrera de armamento naval con la construcción de acorazados, exacerbada por la revolución del Dreadnought, que acabaría siendo una de las causas de la Primera Guerra Mundial. En el transcurso de este conflicto la batalla de Jutlandia supuso el mayor choque de flotas de batalla compuestas por acorazados. Los tratados navales de las décadas de 1920 y 1930 limitaron el número de acorazados, pero no acabaron con la evolución en su diseño. Los poderes del Eje y los Aliados desplegaron tanto acorazados antiguos como de reciente construcción durante la Segunda Guerra Mundial.
La valía de los acorazados ha sido cuestionada, incluso en su período de apogeo.[3] A pesar de los inmensos recursos empleados en la creación de acorazados y de su enorme potencia de fuego y blindaje, hubo muy pocos enfrentamientos entre ellos y demostraron ser cada vez más vulnerables a naves y armas más pequeñas y baratas: primero los torpedos y las minas marinas, y después los aviones y misiles guiados.[4] La creciente distancia de los enfrentamientos navales llevó a que los portaaviones remplazaran a los acorazados como buques principales de combate durante la Segunda Guerra Mundial, y el último acorazado, el británico HMS Vanguard, fue botado en 1944. La armada de los Estados Unidos mantuvo en servicio varios acorazados durante la Guerra Fría para funciones de soporte artillero y los últimos de estos, el USS Wisconsin y el USS Missouri,[5] fueron dados de baja en 1991 y 1992, respectivamente.[6][7]