Anubis (cuyo nombre egipcio es Anpu) es el guardián de las tumbas asociado con la muerte y la vida después de ésta en la religión del Antiguo Egipto señor de las necrópolis y patrón de los embalsamadores, representado como un chacal o un perro salvaje, o como un hombre con cabeza de chacal. El significado de Anubis, Inpu en egipcio antiguo, Anub en copto, Ἄνουβις (Anubis) en griego antiguo, sigue siendo algo difuso: se han propuesto numerosas explicaciones, pero puede ser solo una onomatopeya del aullido del chacal. Probablemente la forma canina del dios fue inspirada a los antiguos egipcios por el comportamiento de los cánidos, a menudo carroñeros oportunistas vagando en la noche por los cementerios en busca de cadáveres que desenterrar. Al contrario, Anubis era el protector y guía de los difuntos, profusamente representado en el arte funerario.
Los principales epítetos del dios Anubis resaltan sus vínculos con los grandes cementerios del país y su papel como deidad funeraria. Su culto está atestiguado en todo el territorio de Egipto desde el siglo XXXII a. C. y fue intenso durante más de tres milenios, solo apagado entre los siglos IV y VI al implantarse el cristianismo. Aunque Anubis era una deidad nacional, estaba sin embargo estrechamente vinculado a los nomos XVI y XVIII del Alto Egipto y en especial a la ciudad de Hardaï, más conocida por el nombre griego de Cinópolis, que significa «ciudad de los perros».
Los sacerdotes egipcios son el origen de muchas de las tradiciones relativas a los vínculos familiares de Anubis, haciendo de él el hijo de Ra con Neftis. Una versión del griego Plutarco en el siglo II narra que era el hijo ilegítimo de Neftis y Osiris. Cuando este fue asesinado y desmembrado por Set, Anubis participó junto a Isis y Neftis en la reconstrucción del cuerpo de Osiris, inaugurando, con este gesto, la práctica de la momificación. Asignado para vigilar el «Paraíso Occidental» —un eufemismo para referirse a la tierra de los muertos— Anubis da allí la bienvenida a los muertos, momifica los cuerpos para hacerlos incorruptibles y eternos, purifica los corazones y los espíritus contaminados por la bajeza terrestre, evalúa las almas con el pesaje del corazón y proporciona muchas ofrendas de alimentos para que el difunto alcance el rango de ancestro.