Arquitectura paleocristiana

Basílica de Santa Sabina en Roma, de arquitectura paleocristiana, construida en el siglo V

La arquitectura paleocristiana corresponde al período más antiguo de la arquitectura cristiana, que se desarrolló en el Imperio romano en la Antigüedad tardía, entre finales del siglo III hasta el siglo VI. Nació principalmente como una necesidad para la construcción de edificaciones adecuadas para los cultos de la religión cristiana.[1]

Aunque se originó en Siria y Egipto pasó rápidamente a Occidente y fue en Roma, como futuro centro de la cristiandad, donde se produjeron las primeras manifestaciones de monumentos arquitectónicos en el ámbito de los cementerios o catacumbas, dentro de una etapa de clandestinidad debido a las persecuciones de que eran objeto los que practicaban la religión cristiana. En esa misma época para celebrar las asambleas de culto religioso se utilizaron viviendas privadas, adaptándose algunas de sus salas para este fin (domus ecclesiae).[1]

Comienza modestamente desde finales del siglo II hasta 313, cuando el cristianismo fue perseguido, luego floreció plenamente en la escala de todo el imperio desde el reinado de Constantino I, el primer emperador en convertirse al cristianismo y con Teodosio I, quien de hecho la hizo religión oficial en 380. La arquitectura paleocristiana fue así heredera directa de la tradición arquitectónica clásica romana. No creó un nuevo vocabulario sino que le dio un nuevo significado a los elementos que tenía a su alrededor para reunir a los fieles, magnificar los lugares santos, adorar a los mártires y honrar a los muertos. Luego experimentará un gran resurgimiento en el siglo VI alrededor de Constantinopla en el Imperio romano de Oriente al dar a luz a la arquitectura bizantina, mientras que en Occidente, después de las conquistas germánicas y de la caída del Imperio romano de Occidente en 476, conducirá a la arquitectura merovingia, luego a la carolingia y otoniana, así como la arquitectura visigoda y lombarda, entre otras. La arquitectura bizantina produce un nuevo lenguaje a partir del siglo VI que comienza en la época del emperador Justiniano I y marcó una ruptura con la arquitectura paleocristiana del Occidente, los arquitectos bizantinos recuperaron la estructura abovedada con cúpula y el concepto de la planta central, como por ejemplo el de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla, la de San Vital de Rávena y también en esta misma población la basílica de San Apolinar el Nuevo que aún presenta el tipo de iglesia basilical paleocristiana de forma rectangular con tres naves longitudinales y el vestíbulo en la entrada.[2]

Durante la cristianización del Imperio romano se habilitaron primero lugares de culto en las casas de notables, en algunos antiguos templos paganos reconvertidos, así como en las basílicas civiles de los foros, porque a diferencia de los templos romanos con pequeños interiores, las vastas basílicas podían acomodar en su interior a las multitudes de la ciudad y reunir a los fieles. Pero rápidamente, la falta de espacio para las necesidades del nuevo culto llevó a la construcción de nuevos edificios siguiendo el modelo de las antiguas basílicas civiles, cuya planta se adaptó a la liturgia cristiana, lo que dio como resultado la planta basilical, que se convertirá en la planta de iglesia más común a lo largo de la historia de la arquitectura cristiana. Al mismo tiempo, se desarrollaron otras plantas, en particular la planta central en rotonda con una cúpula central, generalmente para baptisterios y los santuarios dedicados a santos como los martyrium en los primeros tiempos.

En la época moderna, en los siglos XVIII y XIX, el regreso a los orígenes dio lugar a un estilo neopaleocristiano, derivado de la arquitectura neoclásica, como en la parisina iglesia de Saint-Philippe-du-Roule.[3]

  1. a b López Villa 2003: p. 67.
  2. López Villa 2003: p. 68.
  3. Pierre Lavedan; Simone Goubet (1971). Pour connaître les monuments de France. Arthaud. p. 519. 

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