Imperio romano Imperium Romanūm | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Periodo histórico | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
284-476 | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Lema: Senatus Populusque Romanus | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Bajo imperio romano en el año 394 antes de la división final del imperio | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Capital | Milán (Rávena, a partir de 404) y Constantinopla | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
Entidad | Periodo histórico | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
Historia | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
• 284 | Establecido | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
• 476 | Disuelto | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
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El Bajo Imperio romano (o Imperio romano tardío, en la historiografía anglosajona) es el período histórico que se extiende desde el ascenso de Diocleciano al poder en 284[1] hasta el fin del Imperio romano de Occidente en 476. Sucede al Alto Imperio romano iniciado por César Augusto en el año 27 a. C.
El término «Bajo Imperio» fue acuñado por el historiador francés del siglo XVIII Charles Le Beau para referirse a la etapa del Imperio romano comprendida entre el reinado Constantino el Grande (306-337) y la caída de Constantinopla en 1453. Para Le Beau habría sido un periodo de profunda decadencia comparado con la brillante civilización grecorromana anterior. El término fue asumido por los eruditos de las distintas lenguas romances y no será hasta el siglo XX cuando pierda la valoración peyorativa inicial. Además también se diferenciará de la historia del Imperio bizantino.[2]
Tras el periodo de inestabilidad conocido como la «Anarquía Militar» (235-284), que se enmarca dentro de la «crisis del siglo III», el Imperio romano vivió «una etapa de recuperación, consolidación y cambios sociales y administrativos». Fueron los cincuenta y tres años (284-337) de los reinados de Diocleciano y de Constantino durante los cuales se instituyó la tetrarquía, «el sistema de gobierno que iba a prevalecer en Oriente hasta principios del siglo VII y en Occidente, si bien con menos éxito, hasta la caída del Imperio occidental en el año 476».[3]
A finales del siglo IV el Imperio acabó dividido en el Imperio romano de Occidente, que finalizó en el año 476, y el Imperio romano de Oriente, que sobreviviría mil años más. El hecho más relevante de este período fueron las llamadas «invasiones bárbaras», en las que los «bárbaros» al norte del limes del Rin y del Danubio, los pueblos germánicos empujados por los hunos, irrumpirán en el Imperio.
La tradición occidental ha considerado que el Imperio romano desapareció como entidad política el 4 de septiembre del año 476, cuando Rómulo Augústulo, emperador de Occidente, fue depuesto por Odoacro.[4] Roma ya había sido saqueada previamente por los visigodos de Alarico I en el 410 y en el momento en que fue depuesto Rómulo Augústulo ya no gobernaba sobre todos los territorios que habían correspondido al Imperio de Occidente. Pero lo cierto fue que el Imperio Romano de Oriente, también conocido como Imperio bizantino sobrevivió hasta 1453. De hecho Edward Gibbon en su famosa Historia de la decadencia y caída del Imperio romano (1776-1788) situó en ese año el verdadero final del Imperio Romano, aunque hoy pocos historiadores estarían de acuerdo con él.[5]
De todas formas el año 476 se considera la fecha que marca el inicio de la Edad Media, aunque hay historiadores que la cuestionan tras acuñar el concepto de Antigüedad tardía que se extendería más allá de esa fecha. Por otro lado, la caída de Constantinopla el 29 de mayo de 1453 es la fecha en que se suele situar el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna.
En cuanto a los rasgos específicos del Bajo Imperio que lo diferencian de la etapa anterior (Alto Imperio) y de la posterior (Edad Media) Luis Agustín García Moreno ha señalado tres: «la existencia de un Estado fuerte, centralizado y burocratizado»; «la existencia todavía de una gran unidad de todo el mundo mediterráneo y hasta los últimos confines de las fronteras del Imperio tierra adentro»; y la «gran eclosión de la Iglesia y del cristianismo en la sociedad y el Estado» (aunque «junto a este cristianismo triunfante e integrado perdura también un paganismo, desfigurado tras los dramáticos cambios del siglo III, pero todavía vivo»).[6]
Por su parte Claire Sotinel ha indicado que «la historia de los tres últimos siglos del Imperio romano no es la de una agonía. Este periodo es rico en adaptaciones, innovaciones y éxitos tanto como de desastres, de fracasos y de problemas políticos. [...] Pero, al final, ya no existe un Imperio Romano en Occidente».[7]