Clasicismo es la denominación historiográfica de un movimiento cultural, estético e intelectual, inspirado en los patrones estéticos y filosóficos de la Antigüedad clásica (simplicidad, unidad, sobriedad -decorum-, racionalidad, armonía -equilibrio de las proporciones, concordia oppositorum-, mímesis -imitatio naturae-,[3] "el hombre como medida de todas las cosas" -homo omnium rerum mensura est-), que se desarrolló de forma simultánea a los distintos estilos artísticos y movimientos literarios[4] de la Edad Moderna.
Se expresó en todos los dominios del arte, desde la literatura y la música en sus distintas manifestaciones hasta las artes visuales llamadas "bellas" o "mayores" (arquitectura, pintura y escultura) y las llamadas "decorativas" o "menores" (mobiliario, moda). Aparece junto con el Manierismo, que a su vez dio paso al Barroco y este al Rococó; siendo renovado a través del Neoclasicismo y atacado por el Romanticismo.[5] Siguió siendo la tendencia dominante en las artes y el pensamiento occidentales durante los siglos XVIII y XIX, en su vertiente institucionalizada en las academias (el academicismo), mientras que durante el siglo XX tanto el mercado del arte como el ámbito institucional acabaron asumiendo el rupturismo de las vanguardias.
Como su propio nombre indica, el clasicismo se inspiró en los patrones del arte y el pensamiento del mundo clásico (la Antigua Grecia y la Antigua Roma). No obstante, el clasicismo de la Edad Moderna tiene sus orígenes más inmediatos en la continuidad de movimientos culturales surgidos en la Baja Edad Media: los valores del Renacimiento, junto a la búsqueda del conocimiento y la perfección que caracterizan al humanismo. El clasicismo asume todo ello y lo convierte en un nuevo canon que aspira a lograr la perfección absoluta a través del arte.
De hecho, se denomina también "Clasicismo" a una fase del Renacimiento italiano: el Renacimiento pleno del primer cuarto del siglo XVI, cuando convivieron las figuras de "los cuatro grandes" (Leonardo, Bramante, Rafael y Miguel Ángel) que hicieron pasar el centro del arte de Florencia a Roma (los tres últimos, mientras que el primero terminó sus días en Francia, que se abrió a la influencia italiana -escuela de Fontainebleau- como toda Europa -Renacimiento nórdico, Alto Renacimiento español-).[6][7]
El clasicismo tuvo en el comienzo del siglo XVII una contradicción con el Barroco, inicialmente en el terreno de la pintura (los Carracci o Guido Reni frente a Caravaggio) y que con el paso de los años se extendió, como batalla de ideas, al terreno de la literatura, justo cuando los cánones barrocos la dominaban casi por completo. El clasicismo se impuso en el campo de las letras a finales del siglo XVII, quedando fijado en el ensayo de Boileau L'art poëtique (El arte poética), (1674).[8] En él, aboga por una literatura emocional que llegue a los sentimientos del lector/espectador, pero que lo haga a través de los filtros del intelecto. De esta forma, Boileau carga contra los excesos de lo que posteriormente se denominará Barroco y Rococó, y apuesta por la recuperación de la solemnidad clásica y de los valores de la armonía y el equilibrio que dominaron la literatura de la Antigüedad. Se busca la armonía y el equilibrio entre el fondo y la forma, el control consciente en el desarrollo de los temas y el sentido de orden racional y proporción formal.
El concepto de ARS IMITATIO NATURAE se encuentra hasta en conservadores como Francisco Pacheco y Vicente Carducho, que lo utilizan con fines contrarreformistas provenientes de una mentalidad neoaristotélico-eclesiástica que pone énfasis en la moralidad, el decoro y la enseñanza, que forman el famoso triple fin aristotélico de honestidad, deleite y utilidad. ... Lucio Espinosa y Malo, citando a Zeuxis y las vírgenes tanto como a Sócrates (que declaró que un retratista debía seleccionar las partes más perfectas de muchos hombres para representar la perfección de uno) describe un proceso electivo que desvía del todo del ars imitatio naturae para considerar la imitación un acto cerebral
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada...
En el teatro, la llamada "batalla de Hernani" (28 de febrero de 1830) marcó el punto culminante del enfrentamiento entre las dos tendencias.