El cristianismo primitivo es el nombre que recibe el cristianismo de los tres primeros siglos de su historia. Esta etapa se inicia con el denominado por la tradición cristiana como el «período apostólico», que abarcaría desde la crucifixión de Jesús de Nazaret (c. año 30 d. C.) hasta la muerte del último de sus discípulos directos (los «apóstoles») en torno al año 100.[1][2][3] El final del periodo suele situarse en el reinado del emperador romano Constantino el Grande (306-337) que no solo puso bajo la protección del Estado a la nueva religión lícita sino que intentó poner fin a las disputas internas con la celebración en 325 del Concilio de Nicea, el primer concilio ecuménico de la Iglesia cristiana.[4] Por eso este período también ha sido llamado preniceno.
Según el historiador Jesús María Nieto Ibáñez, durante este periodo tuvo lugar «la transformación del cristianismo en una Iglesia institucionalizada, donde la consolidación del obispo monárquico en paralelo con la jerarquía civil produjo la división entre clero y laicado».[5]