Culto heroico griego

Culto de Edipo en un ánfora pseudo-panatenaica Lucania, h. 380-370 a. C., Museo del Louvre (CA 308).

El culto heroico fue una de las características más peculiares de la antigua religión griega. En griego homérico, héroe (ἥρως, hḗrōs, posteriormente cognado con el latín vir y el español «viril») que traduce «defensor» o «protector», se refiere al hijo o hija de un ser humano y un dios o diosa. Sin embargo, para el periodo histórico la palabra había pasado a significar específicamente un hombre muerto, venerado en su tumba o en un santuario llamado heroon, gracias a que su fama en vida (como fundador de la ciudad, como héroe civilizador o como guerrero) o su forma inusual de morir le otorgaba el poder de apoyar y proteger a los vivos. Un héroe era más que un humano pero menos que un dios, y varias figuras sobrenaturales llegaron a asimilarse a la categoría de héroes; la distinción entre un héroe y un dios era borrosa, especialmente en el caso de Heracles, el héroe más prominente, si bien atípico.[1]

  1. Parker ofrece una sinopsis concisa y clara del héroe. Parker, Robert (1986). «Greek Religion». En Boardman, John; Griffin, Jasper; Murray, Oswyn, eds. The Oxford History of Greece and the Hellenistic World (en inglés). Oxford: Oxford University Press (publicado el 2001). ISBN 9780191500626. Consultado el 17 de noviembre de 2018. «El término 'héroe' tenía un sentido técnico en la religión griega: un héroe era una figura menos poderosa que un dios, a la que se rendía culto. Normalmente se le concebía como un mortal que había muerto, y el lugar típico de tal culto era una tumba. Pero varios tipos de figuras sobrenaturales menores llegaron a asimilarse a la clase y, como en el caso de Heracles, la distinción entre un héroe y un dios podía ser incierta.» 

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