Un disturbio es una alteración del orden público, habitualmente en la vía pública y en el transcurso de una manifestación, en la que se producen actos espontáneos de violencia física contra personas, la propiedad privada (por ejemplo, vehículos o establecimientos) o el mobiliario urbano. El origen de la violencia es por lo general difuso y polémico, ya que puede originarse de parte de la sociedad civil o de parte de las llamadas fuerzas de seguridad (policía, fuerzas armadas, etc.).
La diferencia con otras expresiones violentas del movimiento social puede ser mayor o menor. Si los disturbios tienen mayor grado de repercusión o éxito, se puede hablar alternativamente de revuelta, motín, rebelión o revolución.
La respuesta ante un disturbio suele ser tarea de la policía, comúnmente de los agentes antidisturbios, aunque también puede requerir apoyo militar. Para controlar las masas enfurecidas suelen emplearse armas no letales, como cañones de agua, balas de goma, pulverizadores de pimienta, porras y gas lacrimógeno.
Algunos países emplean ataques que pueden producir muertes para detener los disturbios, sobre todo si se producen bajo la ley marcial, en casos de guerra. Esto lo permite el derecho militar, siempre y cuando no se considere a los civiles como objetivos de forma intencionada. Como consecuencia, suelen producirse «daños colaterales» (eufemismo para referirse a «víctimas civiles»).
Los disturbios suelen producirse como reacción a un agravio o por disidencia. Históricamente, los disturbios se han producido debido a la pobreza, el desempleo, la condiciones de vida deficientes, la opresión gubernamental, los impuestos o el servicio militar obligatorio, los conflictos entre grupos étnicos (disturbios raciales) o religiones (por ejemplo, violencia sectaria, pogrom), el resultado de un acontecimiento deportivo (por ejemplo, disturbios deportivos, gamberrismo futbolístico) o la frustración con los canales legales a través de los cuales airear las quejas.[1]
Aunque los individuos pueden intentar liderar o controlar un disturbio, los disturbios suelen consistir en grupos desorganizados que con frecuencia son «caóticos y muestran comportamiento de rebaño»[2] Cada vez hay más pruebas que sugieren que los disturbios no son un comportamiento irracional, de rebaño (a veces llamado mentalidad de turba), sino que en realidad siguen normas sociales invertidas. [3]
Hacer frente a los disturbios suele ser una tarea difícil para las fuerzas policiales. Pueden utilizar gas lacrimógeno o gas CS para controlar a los alborotadores. La policía antidisturbios puede utilizar métodos de control no letales, como escopetas que disparan bolas flexibles para herir o incapacitar a los alborotadores y facilitar su detención. [4]
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