En teología cristiana, se llama don de lenguas a una facultad milagrosa concedida por el Espíritu Santo a una persona,[1] y que corresponde a la capacidad de hablar múltiples idiomas que dicha persona desconoce. Su definición varía según a las diferentes ramas del cristianismo.
La ciencia llama a esta facultad glosolalia, un trastorno del habla, por el que el sujeto se expresa con un léxico imaginario, a través de una serie de automatismos fónicos con la convicción de estar empleando un lenguaje nuevo.[2]