Duelo es el combate en el que se enfrentan dos personas que se han desafiado individualmente, por lo general caballeros, aunque también puede llamarse "duelo" al combate entre dos grupos, especialmente si cada uno envía como representante a un campeón para que dispute el combate en su representación. Suele estar ritualizado y reglamentado, y ser consecuencia de un reto (riepto) o desafío previo, que surge a partir de una enemistad nacida de una ofensa tenida como tal por alguna de las dos partes o por ambas, o por otra cualquier causa. Se halla vinculado a los conceptos clásicos de honor y venganza,[1] y jurídicamente en la Edad Media tenía que ver con el llamado juicio de Dios u ordalía.
Ya en la Iliada de Homero se narran duelos como el de Paris y Menelao o el de Héctor y Aquiles. A veces se narra también la costumbre de evitar conflictos colectivos reduciéndolos a un combate singular entre campeones o grupos pequeños de guerreros que los dirimieran; un ejemplo lo ofrece el combate entre Horacios y Curiacios que narra Tito Livio, el historiador romano, para resolver sin demasiadas pérdidas una guerra entre Roma y Alba Longa; el equivalente es, en la Biblia, el combate entre el hebreo David y el filisteo Goliath. Pero el duelo entre dos hombres es una práctica en su origen sobre todo germánica: el medieval juicio por combate. Era una forma de evitar y ritualizar las faidas y las vendettas.
En su modalidad más formalizada, el duelo fue practicado desde el siglo XV hasta comienzos del siglo XX en las sociedades occidentales, como evolución de las justas o torneos medievales.[2] Era consensuado entre dos caballeros, que utilizaban armas mortales de acuerdo con reglas explícitas o implícitas que se respetaban por el honor de los contendientes, acompañados por padrinos, quienes podían a su vez luchar o no entre sí.
Desde sus inicios el duelo, a pesar de su aceptación social y popularidad literaria (Joanot Martorell, Tirante el Blanco, -Tirant lo Blanch-, 1490, Jovellanos, El delincuente honrado, 1773, Pierre Choderlos de Laclos, Las amistades peligrosas -Les liaisons dangereuses-, 1782, Joseph Conrad, Los duelistas -The duel o Point of honor-, 1908), recibió distintos grados de condena por las autoridades eclesiásticas y civiles, llegando a su ilegalización, que no fue efectiva hasta las primeras décadas del siglo XX. El duelo es considerado un acto ilegal (asesinato en primer y segundo grado) en la mayoría de los países.
El duelo se desarrollaba por voluntad de una de las partes —el desafiante— para lavar un insulto u ofensa a su honor (injuria). El objetivo no era en general matar al oponente, sino lograr «satisfacción» restaurando el honor propio, cosa que se obtenía al poner en juego la vida para defenderlo.
Deben distinguirse los duelos de las pruebas de combate, ya que los primeros no se usaron para determinar culpabilidad o inocencia, ni constituyeron procedimientos oficiales. Los duelos fueron en cambio generalmente ilegales, a pesar de que en la mayoría de las sociedades donde fue usual, contó con aceptación social.
Los participantes de un duelo correctamente planteado no eran por lo general perseguidos, y en los casos en que sí lo eran, no se los encarcelaba por tal motivo. Se consideraba que solo los caballeros (aristócratas o adinerados) los cuales tenían un honor que defender y, por lo tanto, la clase social alta era la que calificaba para realizarlo: si un caballero era insultado por alguien de la clase baja, aquel no lo retaba a duelo, sino que le infligía algún castigo físico o comisionaba a sus sirvientes para que lo hicieran. En algunos países, en especial de origen anglosajón, el reto era realizado públicamente con el golpe de un guante en la cara del oponente o se dejaba caer el guante ante los pies del desafiado quien lo recogía si aceptaba; desde entonces ha perdurado el dicho popular «recogió el guante» para indicar que alguien respondía a la provocación de un opositor.[3]