La historia de Austria atañe a la historia de la actual Austria y de sus estados predecesores, desde principios de la Edad de Piedra hasta el Estado actual, y como la definición geopolítica del país ha sufrido cambios profundos durante los períodos modernos y contemporáneos, su historia también concierne a varios países vecinos: Alemania, Hungría, Suiza, Italia, República Checa, etc.
Los primeros asentamientos humanos conocidos en la actual Austria se remontan a las primeras comunidades agrícolas de la antigua Edad de Piedra (Paleolítico). El país estuvo ocupado antes de la romanización por diversas tribus, inicialmente por ilirios y ligures, a los que más tarde, a finales de la Edad del Hierro, se sumarían celtas de la cultura de Hallstatt (c. 800 a. C.), una de las primeras culturas celtas, además de la cultura de La Tène en Francia. El primer pueblo organizado como estado nación fue un reino celta conocido por los romanos como Noricum, que data de c. 800 a 400 a. C.. A finales del siglo I a. C., las tierras al sur de Danubio se convirtieron en parte del Imperio romano, primero como reino vasallo independiente, y luego se incorporaron como la provincia de Noricum alrededor del 40 d. C. (partes de Austria también integraban las de Panonia y Retia). El asentamiento romano más importante fue Carnuntum, que todavía se puede visitar hoy como un sitio arqueológico con excavaciones.
Tras la decadencia del Imperio romano (siglo IV), al inicio del periodo de las grandes migraciones hunos, godos, lombardos y vándalos cruzaron la frontera en varias ocasiones y después, los eslavos, más específicamente los actuales eslovenos, emigraron a los Alpes al iniciarse la expansión de los ávaros en el siglo VII, mezclándose con la población celto-románica, y establecieron el reino de Karantania, que comprendía gran parte del territorio austríaco oriental y central. Mientras, la tribu germánica de los bavarii se había hecho fuerte en los siglos V y VI en el oeste del país y en Baviera, en tanto que el actual Vorarlberg había sido fundado por los alamanes. Estos grupos se mezclaron con la población retorrománica. Bajo la presión de los ávaros, Karantania perdió su independencia ante Baviera en 745 y pasó a ser un margraviato. Durante los siglos siguientes, los asentamientos bávaros descendieron por el Danubio y ascendieron por los Alpes, un proceso por el cual Austria pasó a ser el país de habla germana que es hoy en día.
Los bávaros pasaron a estar bajo el control del Imperio franco de los carolingios y, en consecuencia, formaron un Ducado del Sacro Imperio Romano Germánico. El duque Tasilón III de Baviera, que quería mantener la independencia bávara, fue derrotado y el poder pasó directamente a Carlomagno en 788. Alrededor del año 800, Carlomagno, para contener los avances de los eslavos y los ávaros, estableció el puesto avanzado de la marca Ávara (Awarenmark) en lo que hoy es la Baja Austria y alentó la colonización y la conversión al cristianismo.
Parcialmente propiedad de Francia Oriental tras el tratado de Verdún de 843 de división del imperio carolingio, Austria fue en la Edad Media uno de los muchos principados de habla alemana que componían el Sacro Imperio Romano Germánico (Heiliges Römisches Reich, 962-1806). En el siglo X se estableció como una avanzada oriental (al este del río Enns) del ducado de Baviera, en la frontera con Hungría, la marca orientalis (marca del Este) o margraviato de Austria en 976, cuyo gobierno fue entregado a Leopoldo I de la casa de Babenberg que lo ejercerán los siguientes 270 años. Esta 'marca del Este' (zona fronteriza), fue conocida en alemán como Ostarrîchi o 'reino Oriental'. La primera mención de Ostarrîchi ocurre en un documento con ese nombre fechado en 996. En 1156, el emperador Federico I Barbarroja elevó su estatus y creó un ducado independiente de Baviera mediante el Privilegium Minus (correspondiente a la moderna Baja Austria) que siguió bajo el gobierno de los Babenberg, que en 1192, también adquirieron el ducado de Estiria.
Con la muerte de Federico II en 1246, la línea Babenberg se extinguió. Otakar II de Bohemia controló efectivamente la Prusia de Austria, Estiria y Carintia. Su reinado llegó a su fin al ser derrotado en Dürnkrut por Rodolfo I de Habsburgo en 1278. De allí en adelante, hasta la Primera Guerra Mundial, Austria fue en gran parte la historia de su dinastía gobernante, los Habsburgo.
Después de la dinastía Babenberg y de un breve interregno, Austria estuvo bajo el gobierno del rey alemán Rodolfo I de Habsburgo (r. 1276-1282), comenzando una dinastía que duraría siete siglos y que se hará progresivamente distinta de la vecina Baviera, siempre dentro del Sacro Imperio Romano. Los Habsburgo, cuya historia se confunde con la de Austria, serán la fuerza dominante del imperio y situarán en su cabeza a muchos sus soberanos hasta su disolución en 1806 por el «doble emperador» austriaco Francisco II / I. El siglo XV y principios del siglo XVI vio una expansión considerable de los Habsburgo a través de la diplomacia y de los matrimonios, acumulando territorios lejos de sus tierras hereditarias. En 1477, el archiduque Maximiliano, hijo único del emperador Federico III, se casó con la heredera de Borgoña y, por lo tanto, adquirió la mayor parte de los Países Bajos para la familia. Su hijo Felipe el Hermoso, casado con Juana la Loca, heredera de la Corona de Castilla y de Aragón, y amplió las posesiones territoriales de los Habsburgo, sobre todo de los españoles. Este expansionismo, junto con las aspiraciones francesas y la resultante rivalidad entre Habsburgo-Francia o Borbón-Habsburgo, fueron factores importantes que dieron forma a la historia europea durante 200 años (1516-1756).
Por el edicto de Worms (Wormser Vertrag) del 28 de abril de 1521, el emperador Carlos V (archiduque de Austria , r. 1519-1521) dividió la dinastía, otorgando las tierras hereditarias de Austria (Österreichische Länder) a su hermano, Fernando I (r. 1521-1564) y se establecieron las primeras estructuras administrativas centrales. En 1526, a raíz de la muerte sin herederos de Luis II, rey de Hungría y Bohemia en la batalla de Mohács (contra Suleiman el Magnífico y los otomanos), Fernando heredó sus territorios, con lo que la parte de Bohemia y de Hungría no ocupada por los otomanos quedó bajo su dominio, aunque pasó a tener un vecino peligroso. Incluso después del fallido primer asedio de Viena por los turcos en 1529, la amenaza otomana persistió durante otro siglo y medio con frecuentes conflictos entre los dos poderes, particularmente evidentes en la llamada Guerra Larga de 1593 a 1606.
El siglo XVI también vio la expansión de la Reforma. Desde alrededor de 1600, la política de recatolicización o renovación católica de los Habsburgo (Rekatholisierung) condujo finalmente a la guerra de los Treinta Años (1618-1648). Originalmente una guerra religiosa, también fue una lucha por el poder en Europa central, particularmente por la oposición francesa al Sacro Imperio Romano de Habsburgo. Finalmente, la presión de la coalición anti-Habsburgo de Francia, Suecia y la mayoría de los estados alemanes protestantes contuvo su autoridad sobre las tierras austriacas y checas en 1648.
En 1683, las fuerzas otomanas fueron derrotadas cerca de Viena por segunda vez y, finalmente, en la Gran Guerra Turca (1683-1699), fueron rechazadas más allá de Belgrado. Cuando la línea principal (española) de los Habsburgo se extinguió en 1700, precipitó la guerra de sucesión española (1701-1714) entre los Habsburgo y el rey Luis XIV de Francia. Posteriormente, los Habsburgo ampliaron enormemente sus territorio a través del Tratado de Utrecht de 1713, que les concedía la herencia hispana —Países Bajos Españoles, Nápoles y Lombardía—, la descomposición del poder otomano (1718) y de Polonia (1772 y 1795). Estas adquisiciones junto con las conquistas en los Balcanes dieron a Austria su mayor extensión territorial hasta la fecha.
El año 1713 también vio la Pragmática Sanción, diseñada para evitar cualquier división adicional del territorio. Pero cuando Carlos VI (archiduque, r. 1711-1740) murió y fue sucedido por su hija, María Teresa (r. 1740-1780), Austria fue percibida como débil, lo que llevó a la guerra de sucesión austriaca (1740-1748) y a la guerra de los Siete Años (1756-1763). Posteriormente, Austria perdió Silesia frente a Prusia. Austria también perdió las conquistas anteriores de los otomanos, excepto el banato de Temeswar y Syrmia en la guerra ruso-turca (1735-1739) a pesar de estar aliada con Rusia.
Estas guerras de Silesia iniciaron una larga tensión entre Austria y Prusia. María Teresa, efectivamente, reinó como emperatriz a través de su esposo, Francisco Esteban de Lorena (fallecido en 1765) y fundaron la nueva casa de Habsburgo-Lorena. Durante su extenso reinado se iniciaron amplias reformas, y cuando Francisco murió en 1765, José II (emperador r. 1765-1790; archiduque, r. 1780-1790) continuó con ellas. Los reinados de María Teresa I y de su hijo José II fueron un periodo de gran desarrollo social y político en la monarquía (abolición de la servidumbre, libertad de culto, abolición de la tortura, reformas administrativa y judicial, centralización administrativa...), dentro del espíritu del Despotismo Ilustrado. Sin embargo, su sucesor, su hermano, Leopoldo II (r. 1790-1792), fue mucho más conservador.
El siguiente emperador, su hijo Francisco II (1792-1835), se encontró en guerra con Francia en la Primera (1792-1797) y en la Segunda Coalición (1798-1802) el preludio de las guerras napoleónicas (1803-1815), en que Austria perdió más territorio. Después de más pérdidas austriacas en la guerra de la Tercera Coalición (1803-1806), el futuro del Imperio de los Habsburgo parecía cada vez más incierto. Napoleón I se había autodeclarado emperador de Francia en mayo de 1804 y estaba ocupado reorganizando gran parte de las tierras del Sacro Imperio Romano, y parecía asumir también el título de emperador, como un segundo Carlomagno.[1][2] Francisco II respondió proclamando el Imperio de Austria en agosto, tomando el nuevo título de Emperador. En 1806, habiendo detentado ambos títulos en el ínterin, renunció a la corona imperial del Sacro Imperio Romano de la Nación alemana, que luego dejó de existir.
Las guerras napoleónicas fueron una dura prueba para la supervivencia de la monarquía, pero la victoria reforzó a los Habsburgo. En 1815 —después del Congreso de Viena— Austria, con su canciller Metternich y los otros países germanófonos, formaron nuevamente una Confederación Germánica siendo garantes de la restauración (1815-1848). El surgimiento de los nacionalismos y la oposición austro-prusiana, con las derrotas exteriores entre 1848 y la guerra austro-prusiana de 1866 , acabaron con la confederación y resolvieron la cuestión alemana definitivamente. En 1867, Austria, bajo el reinado de Francisco José I, se volvió hacia el sureste de Europa de manera que el imperio austriaco, con el Compromiso austrohúngaro, se transformó y amplió para formar la «monarquía danubiana» (Donaumonarchy), una monarquía dual con Hungría: el Imperio austrohúngaro (1867-1918). Fue un periodo caracterizado por los problemas políticos entre las diversas nacionalidades, pero también por un gran desarrollo económico y social, y un mayor desarrollo aun en el ámbito de la cultura. Los movimientos nacionalistas dentro del imperio se hicieron cada vez más evidentes, y el elemento alemán se debilitó cada vez más. La monarquía dual logró reducir pero no eliminar las tensiones nacionalistas, que se desbordaron con el asesinato en 1914 del heredero austriaco del trono, el archiduque Franz Ferdinand en Sarajevo, y la consiguiente reacción en cadena que resultó en la Primera Guerra Mundial.
La derrota de los Imperios centrales al final de la Guerra en 1918 provocó el colapso del imperio y de la dinastía y vio el territorio de la monarquía danubiana desmembrado en nuevos estados independientes delimitados según los grupos étnicos no alemanes, quedando Austria reducida a su territorio actual, las áreas principales en su mayoría de habla alemana del imperio (sus fronteras actuales), y adoptó el nombre de República de Austria Alemana. Sin embargo, la unión y el nombre fueron prohibidos por los Aliados en el Tratado de Versalles. Esto condujo a la creación de la Primera República de Austria (1918-1933), una república parlamentaria, que tuvo una vida caracterizada por la permanente crisis económica, política y social.
La crisis económica mundial persistente y las tensiones políticas internas llevaron al surgimiento del austrofascismo aunque las autoridades intentaron mantener a Austria independiente del Reich alemán. El canciller Engelbert Dollfuss aceptó que la mayoría de los austríacos eran alemanes y austríacos, pero quería que Austria permaneciera independiente de Alemania. En febrero de 1934 estallaron conflictos civiles y la Constitución de mayo de 1934 dio lugar a un estado corporativo autoritario. Apenas dos meses después, el austrofascismo organizó el golpe de julio, queriendo anexar el país al Tercer Reich alemán, lo que resultó en el asesinato del canciller Dollfuss. Aunque el golpe fracasó, Adolf Hitler, que había nacido en Austria, logró anexionar con el Anschluss el país el 12 de marzo de 1938 como Ostmark, apoyado por una gran mayoría del pueblo austríaco.[3][4]
Antes del final de la Segunda Guerra Mundial, gran parte de Austria, incluida Viena, fue tomada por el Ejército soviético. Tras la derrota de los nazis, con el país exangüe las fuerzas aliadas y la URSS ocuparon Austria y Viena, la capital histórica, tuvo un destino similar al de Berlín durante diez años con una división cuatripartita. En 1955, el país recuperó su soberanía, como Segunda República de Austria, con la condición de que permaneciera neutral.[5] Tras el colapso del comunismo en la Europa del Este, Austria incrementó su participación en los asuntos europeos.
En 1994, el país aprobó en referéndum su incorporación a la Unión Europea, efectiva desde 1995, y en 1999 adoptó el sistema monetario europeo.