Historia de Estonia

Ciudad antigua de Tallin (Reval), mirando hacia el puerto

Pueblos fínicos llegaron a lo que hoy día es Estonia varios miles de años antes de nuestra era, aunque el momento exacto todavía es objeto de debate.

A partir del siglo XIII los ríos del margen septentrional del Mar Báltico constituían una de las últimas zonas donde habitaban paganos en Europa. Una orden militar teutónica conquistó el territorio entre 1200 y 1227 y forzó a sus habitantes a convertirse al cristianismo. Se creó un estado dominado por príncipes obispos y soldanos en teoría religiosos. Se instaló una sociedad con clases marcadas: una minoría de origen alemán constituía la elite política, militar, religiosa e intelectual y monopolizaba el comercio mientras que los habitantes originarios ugrofineses tenían papeles subalternos. Entre 1418 y 1562 la región pasó a formar parte de la Confederación de Livonia. La reforma llegó a comienzos del siglo XVI. La región pasó a ser lugar de batallas de Rusia, Lituania, la República de las Dos Naciones y Suecia.

Esta última terminó por anexarse la zona en 1595. Carlos XI de Suecia comenzó a reducir la hegemonía de los alemanes bálticos y darles más oportunidades a los estonios, pero esta política se acabó cuando el Imperio Ruso tomó el control de Estonia a comienzos del siglo XVII. Rusia, que había sido apoyada por la elite alemana, le devolvió prerrogativas a las élites germanas.

Estonia obtuvo su independencia en 1918, si bien tuvo que defenderla en guerras contra tropas alemanas y rusas (soviéticas). El país mantuvo su independencia hasta 1940, cuando la URSS, aliada de la Alemania Nazi, la invadió. Alemania a su vez reemplazó a la URSS entre 1941 y 1944. Las tropas soviéticas volvieron en ese momento y se mantuvieron en Estonia durante las siguientes décadas. Estonia recuperó su independencia en 1991. Ahora el país está integrado a la Unión Europea.


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