Justiniano el Grande | ||
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Mosaico de Justiniano en la iglesia de San Vital en Rávena | ||
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Emperador de los Romanos | ||
2 de agosto de 527-14 de noviembre de 565 | ||
Predecesor | Justino I | |
Sucesor | Justino II | |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Flavio Petro Sabacio | |
Nombre nativo | Φλάβιος Πέτρος Σαββάτιος Ἰουστινιανός | |
Nacimiento |
482 Tauresium | |
Fallecimiento |
14 de noviembre del 565 (83 años) Constantinopla | |
Sepultura | Iglesia de los Santos Apóstoles, Constantinopla y Estambul | |
Religión | Cristianismo calcedonio | |
Familia | ||
Familia | Dinastía Justiniana | |
Padres | Sabacio y Vigilancia | |
Cónyuge | Teodora | |
Información profesional | ||
Ocupación | Legislador, político, emperador y escritor | |
Información religiosa | ||
Festividad | 14 de noviembre | |
Venerado en | Iglesia ortodoxa | |
Título | Emperador del Imperio bizantino | |
Flavio Pedro Sabacio Justiniano (en griego bizantino, Φλάβιος Πέτρος Σαββάτιος Ἰουστινιανός; en griego moderno, Φλάβιος Πέτρος Σαββάτιος Ιουστινιανός; en latín, Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, Tauresium, 482-Constantinopla, 14 de noviembre de 565), más conocido como Justiniano I el Grande, fue emperador del Imperio romano de Oriente desde el 1 de agosto de 527 hasta su muerte. Durante su reinado buscó revivir la antigua grandeza del Imperio romano clásico, reconquistando gran parte de los territorios perdidos del Imperio romano de Occidente (por ejemplo, el sur de la península ibérica).
Considerado una de las personalidades más importantes de la antigüedad tardía y el último emperador que usaba latín como lengua materna,[1] el gobierno de Justiniano marca un hito en la historia del Imperio romano de Oriente. El impacto de su administración se extendió más allá de las fronteras de su tiempo y de sus dominios. Su reinado está marcado por el ambicioso, aunque parcial, recuperatio Imperii, o "restauración del imperio".[2]
Debido a sus políticas de restauración del imperio, Justiniano en ocasiones ha recibido el apelativo de "último de los romanos" por la historiografía moderna.[3] Esta ambición se plasmó en la recuperación de parte de los territorios del antiguo Imperio romano de Occidente. Su general Belisario consiguió una rápida conquista del reino de los vándalos del norte de África, y más tarde el propio Belisario, junto con Narsés y otros generales, conquistaron el Reino ostrogodo de Italia, restaurando tras más de medio siglo de control bárbaro los territorios de Dalmacia, Sicilia y la península itálica, incluyendo la ciudad de Roma, en el territorio del imperio.
Por su parte, el prefecto del pretorio Liberio reclamó gran parte del sur de la península ibérica, estableciendo la provincia de Spania. Estas campañas restablecieron el control del imperio sobre el occidente mediterráneo, incrementando los ingresos anuales en más de un millón de sólidos al año.[4] Durante su reinado, Justiniano también conquistó a los Tzani, un pueblo de la costa este del Mar Negro que nunca antes habían estado bajo control romano.[5]
Otro de sus más impresionantes legados fue la compilación uniforme del derecho romano en la obra del Corpus Iuris Civilis, que todavía es la base del derecho civil de muchos estados modernos. Esta obra fue realizada en su mayor parte por el quaestor sacri palatii[6] Triboniano. Su reinado también marcó un punto álgido en la cultura bizantina, y su programa de construcción dio como frutos obras de arte tales como la iglesia de Santa Sofía, que sería el centro de la Iglesia ortodoxa durante muchos siglos. Sin embargo, una epidemia devastadora conocida como la Plaga de Justiniano a comienzos de la década de 540 marcó el final de una época de esplendor. Se cree que fue un brote de peste negra, aunque no se sabe a ciencia cierta. El imperio entraría en un periodo de pérdida de territorio que no sería revertido hasta el siglo IX.
El cronista Procopio de Cesarea constituye la principal fuente primaria de la historia del reinado de Justiniano. El cronista en idioma siríaco, Juan de Éfeso, escribió también una crónica sobre la época que no ha perdurado, pero que es utilizada como fuente por cronistas posteriores, y que añade muchos detalles de valor histórico. Ambos historiadores terminaron mostrando mucho rencor contra Justiniano y contra su emperatriz, Teodora.[7] Otras fuentes incluyen las historias de Agatías, Menandro Protector, Juan Malalas, el Chronicon Paschale, y las crónicas del Conde Marcelino y de Víctor de Tunnuna.
La Iglesia ortodoxa lo venera como santo el día 14 de noviembre, y también es venerado por algunos grupos luteranos en la misma fecha.[8]