Monopolio

En un mercado competitivo, los consumidores y los productores son precio-aceptantes, ya que el precio viene fijado solamente por la oferta y la demanda. En cambio, en un monopolio, el oferente monopolista puede fijar el precio utilizando su poder de mercado.

Un monopolio (del griego μόνοϛ mónos 'uno' y πωλέιν pōléin 'vender') se trata de una situación de privilegio legal en el cual existe un productor o agente económico (monopolista) que posee un gran poder de mercado y es el único en una industria dada que posee un producto, bien, recurso o servicio determinado y diferenciado.

Para que exista un monopolio, es necesario que en dicho mercado no existan productos sustitutivos, es decir, no existe ningún otro bien económico que pueda reemplazar el producto determinado y, por lo tanto, es la única posibilidad que tiene el consumidor de comprar. Suele definirse también como «mercado en el que solo hay un vendedor», pero dicha definición se correspondería más con el concepto de monopolio puro.

El monopolista controla la cantidad de producción y el precio, aunque no de manera simultánea, dado que la elección de la producción o del precio determina la posición que se tiene respecto al otro; vale decir, el monopolio podría determinar en primer lugar la tasa de producción que maximiza sus ganancias para luego determinar, mediante el uso de la curva de demanda, el precio máximo que puede cobrarse para vender dicha producción.[1]

Desde un punto de vista económico, si el monopolio es maximizador de utilidades, a diferencia de lo que ocurre en la competencia perfecta, se enfrenta a una curva de demanda de pendiente negativa. Al no ser horizontal, nunca operará de manera voluntaria cuando el ingreso marginal (IMg) sea inferior a cero, aun si los costos de producción fuesen iguales a cero, puesto que siempre existirá la alternativa de reducir la producción, aumentando de este modo los ingresos y, por ende, las ganancias que percibe. En efecto, cuando 0 < η < –1 (elasticidad precio de la demanda inelástica), se tiene que el ingreso marginal es negativo, por lo que el monopolista nunca decidirá operar en aquella porción de la curva de demanda.[1]

En este contexto, el coste marginal del monopolista —incremento del coste total cuando se varía en una unidad la producción— representa la oferta total del mercado, por lo que se puede afirmar que no existe curva de oferta debido a que la relación biunívoca entre cantidad y precio desaparece.[2]​ Por tanto, el ingreso medio (IMe) del monopolista —o el precio por unidad vendida— no es más que la curva de demanda del mercado. Para elegir el nivel de producción maximizador del beneficio, el monopolista ha de conocer sus curvas de ingreso marginal (variación que experimenta el ingreso cuando la oferta varía en una unidad) y de coste medio.

  1. a b Miller, Roger; Meiners, Roger Le Roy (1990). Microeconomía. México, D. F.: McGraw-Hill Interamericana, S. A. de C. V. p. 703. ISBN 968-422-046-4. 
  2. Mankiw, Gregory (2008). Principios de Economía. Madrid: Paraninfo, S. A. p. 629. ISBN 978-84-9732-534-9. 

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