En la mitología griega, las musas (en griego antiguo Μοῦσα, μοῦσαι «mousai»; en neogriego Μούσα, Μούσες; en latín Musae [deae]) son diosas de las artes y proclamadoras de héroes. Según los escritores más antiguos están relacionadas con una concepción filosófica acerca de la primacía de la música en el universo. Son las cantoras divinas, cuyos coros e himnos deleitan a Zeus y a los otros dioses. De igual manera presiden el pensamiento en todas sus formas: elocuencia, persuasión, sabiduría, poesía, historia, matemáticas o astronomía.[1]
Son hijas de Zeus y de Mnemósine, señora de las colinas de Eleuter («libertad»), compañeras del séquito de Apolo, dios olímpico de la música y patrón de las bellas artes, quien tuvo romances con algunas de ellas, dejando descendientes. Las musas alientan e inspiran a aedos y poetas, con el hechizo de su canto, concediéndoles memoria, creatividad y persuasión en sus palabras y letras. En la época más arcaica eran las ninfas inspiradoras de las fuentes (cf. camenas), en las cuales eran adoradas. Finalmente, alrededor del siglo VIII-siglo VII a. C., prevaleció en todo el territorio de la Hélade la adoración de las nueve Musas, que son Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania.[2]
El culto a las musas era originalmente de Tracia y Beocia, y fueron de vital importancia para el desarrollo artístico en la Antigua Grecia. La distribución más o menos fija, de actividades entre las musas, se encuentra en la Antigüedad solo de manera esporádica; se entendía que cualquiera de ellas podía patrocinar la música, la lírica y demás expresiones artísticas. Fue a partir del Renacimiento cuando a las musas ya se les adjudicaron atributos individualizados. De todas formas sus atribuciones son variables dependiendo del poeta en ciernes; sólo hay unanimidad para asignar la Astronomía a Urania, la Comedia a Talía y la Historia a Clío. En un escolio se nos dice que «todas escuchan cuando se pronuncia el nombre de una».[3][4]