Noche (del latín: Nox, noctis) es el periodo durante el cual una parte de la Tierra, por acción de la rotación, deja de recibir la luz solar y, por ende, permanece en oscuridad. Está comprendido entre atardecer del Sol y amanecer del día siguiente. Sigue por lo tanto a la tarde y antecede a la madrugada.
Una actividad de la noche se le conoce como actividad nocturna.
La refracción por la atmósfera de los rayos luminosos del Sol motiva que veamos luz cuando el Sol ya se ha puesto: crepúsculo vespertino. Dicha refracción alarga el día y acorta la noche.
Medido desde el mediodía, el ocaso se caracteriza por un ángulo horario H donde
siendo F la latitud del lugar y D la declinación solar. El orto ocurre a un ángulo horario -H.
La duración del día y la noche va cambiando en el transcurso del año, siendo la duración media del día de 12 horas (en todas las latitudes), en los equinoccios más de 12 horas en primavera y verano, alcanzando el día más largo en el solsticio de verano, donde también ocurre la noche más corta. Por el contrario el día dura menos de 12 horas en otoño e invierno, alcanzándose en el solsticio de invierno el día más corto y la noche más larga.
Los organismos responden a los cambios que conlleva el anochecer, como la oscuridad, el aumento de la humedad y el descenso de las temperaturas. Sus respuestas incluyen reacciones directas y ajustes al ritmo circadiano, regido por un reloj biológico interno. Estos ritmos circadianos, regulados por la exposición a la luz y a la oscuridad, afectan al comportamiento y a la fisiología del organismo. Los animales más activos por la noche se denominan nocturnos y tienen adaptaciones para la poca luz, incluyendo diferentes formas de visión nocturna y la intensificación de otros sentidos. Los animales diurnos son activos durante el día y duermen por la noche; los mamíferos, las aves y algunos otros sueñan mientras duermen. Los hongos responden directamente al anochecer y aumentan su biomasa. Con algunas excepciones, los hongos no dependen de un reloj biológico. Las Plantas almacenan la energía producida mediante fotosíntesis en forma de gránulos de almidón para consumirlos por la noche. Las algas realizan un proceso similar, y las cianobacterias pasan de la fotosíntesis a la fijación de nitrógeno tras la puesta de sol. En entornos áridos como los desiertos, las plantas evolucionaron para ser más activas por la noche, y muchas de ellas recogen dióxido de carbono durante la noche para realizar la fotosíntesis durante el día. Los cactus de floración nocturna dependen de polinizadores nocturnos como murciélagos y polillas para reproducirse. La contaminación lumínica altera los patrones de los ecosistemas y es especialmente perjudicial para los insectos nocturnos.
Históricamente, la noche ha sido un momento de mayor peligro e inseguridad. Muchos controles sociales diurnos se disipaban tras la puesta de sol. Los robos, las peleas, los asesinatos, las actividades sexuales tabú y las muertes accidentales se hicieron más frecuentes debido, en parte, a la reducción de la visibilidad. Las culturas tienen deidades personificadas de la noche asociadas con algunos o todos estos aspectos de la noche. El folclore de muchas culturas contiene "criaturas de la noche", como hombres lobo, brujas, fantasmas y duendes, que reflejan los temores y ansiedades de la sociedad. La introducción de la iluminación artificial amplió las actividades diurnas. Las principales ciudades europeas colgaron faroles que albergaban velas y lámparas de aceite en el siglo XVII. En el siglo XIX, el alumbrado de gas y la luz eléctrica crearon una iluminación sin precedentes. Se amplió la gama de actividades de ocio socialmente aceptables y varias industrias introdujeron el turno de noche. La Vida nocturna, que abarca bares, clubes nocturnos y locales culturales, se ha convertido en una parte importante de la cultura urbana, contribuyendo a los movimientos sociales y políticos.