Occidente es un término surgido en el siglo XVI[3] para referirse a los países o territorios de «cultura occidental» de base cristiana ubicados originalmente en la zona occidental de Eurasia y, por extensión, a aquellos que durante la expansión europea de finales del siglo XV a mediados del XX experimentaron un proceso de «occidentalización» conformando en su conjunto la llamada "civilización occidental y cristiana", o simplemente "civilización occidental".[4][5] Su definición geográfica es relativa e incierta, variando considerablemente según la época, cultura y ámbito en el que lo utilice.
En su acepción más restrictiva se limita a la mitad occidental de Europa que hasta el final de la Edad Media conformaban los reinos bajo el mando político de la Iglesia católica (cristiandad occidental), en contraste de la Iglesia ortodoxa (cristiandad oriental). En su acepción más amplia, incluye a prácticamente toda Europa y América y algunas partes de Oceanía y Asia.[6]
Durante la Guerra Fría (1947-1991), el bloque occidental se identificó con el capitalismo que se enfrentó al bloque del Este identificado con el socialismo.[7] En la actualidad invariablemente se entiende por Occidente a Estados Unidos, Canadá, la Europa de la cristiandad occidental, Australia y Nueva Zelanda, y extensivamente, a los países que se encuentran culturalmente bajo su esfera de influencia.[8][9] También se habla que en la actualidad, en mayor o menor medida, prácticamente todo el mundo se encuentra «occidentalizado».[10][11]
La historiografía occidental suele sostener que la civilización occidental tiene sus raíces en las primeras civilizaciones afroasiáticas, a partir de las ciudades sumerias del IV milenio a. C., y su extensión al Antiguo Oriente Próximo, especialmente al Antiguo Egipto; culminando en la cultura grecorromana o clásica de la Antigua Grecia y la Antigua Roma.[12]
La idea de Occidente se contrapone a la idea de «Oriente», utilizada para englobar un grupo muy diverso de civilizaciones o culturas del Asia; no obstante, la de Occidente tampoco incluye otras civilizaciones ubicadas en la región occidental del mundo, como las civilizaciones africanas o las culturas originarias americanas; incluso tampoco incluye propiamente muchas civilizaciones de la propia Europa antigua y altomedieval, como los «bárbaros del norte», los vikingos o los magiares hasta su incorporación a la cristiandad latina medieval.[13] La oposición Occidente-Oriente se expresa en el concepto de «orientalismo», el estereotipo occidental de esas otras culturas.[14] El caso eslavo, sobre todo el de Rusia, es peculiar al constituirse como intermedio en tensión entre Occidente y Oriente.[15]
Es usual identificar Occidente en términos religiosos y de luchas religiosas, haciéndolo coincidir con la extensión del cristianismo o de la tradición judeocristiana, y es habitual oponer la noción de Occidente al islam;[16] pero también con solo una parte de la cristiandad: la cristiandad occidental o latina (católicos y protestantes), por oposición a la cristiandad oriental (ortodoxos).
Algunos autores utilizan la categoría «Extremo Occidente» para referirse a las Antillas y América Latina sin incluir en la misma a las culturas indígenas, cuyo origen es anterior a la conquista y colonización europea de América.[17] Para otros autores, América Latina se convirtió en un «Tercer mundo de Occidente» debido a su posición sociopolítica a nivel regional e internacional, generalmente antioccidental.[2][18][19] Por esta razón, España y Portugal son clasificados como los únicos países hispano-lusófonos o iberófonos de Occidente.[2] Por otra parte, se encuentra el caso de la angloesfera (por parte de Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda con el Reino Unido) y en la francofonía por parte de Quebec (Canadá) con Francia, ya que son países y territorios excoloniales que comparten sociedades de mayoría demográfica europea con menor influencia indigenista y, por lo tanto, son clasificados en la definición fija de Occidente mayormente[20], aunque el mestizaje con pueblos indígenas también existió.[21]
En la filosofía de la liberación se suele distinguir «lo occidental» de «lo occidentalizado», a la vez que se utiliza la categoría de la división Norte-Sur (o «Norte global» y «Sur global») para precisar los componentes de dominación y dependencia poco visibles en la categoría «Occidente».[22]
En el pensamiento católico fue usual distinguir las categorías de Iglesia oriental e Iglesia occidental. Sin embargo, desde mediados del siglo XX la teología latinoamericana de la liberación desarrolló una tercera categoría definida como «Iglesia latinoamericana», con características teológicas, culturales, políticas y antropológicas propias, en tanto que el papa Francisco diferenció la «Iglesia del sur», de sus precedentes oriental y occidental.[23][24]
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