La pintura barroca es la pintura relacionada con el movimiento cultural barroco. El movimiento a menudo se le identifica con el absolutismo, la Contrarreforma y el renacimiento católico,[1][2] pero la existencia de importante arte y arquitectura barroca en países no absolutistas y protestantes por toda Europa Occidental evidencian su amplia popularidad.[3] La pintura adquirió un papel prioritario dentro de las manifestaciones artísticas, y llegó a ser la expresión más característica del peso de la religión en los países católicos y del gusto burgués en los países protestantes.
La mejor y más importante pintura durante el período que comienza en el año 1600 y continúa a lo largo de todo el siglo XVII, y a principios del siglo XVIII se identifica hoy como pintura barroca. El arte barroco se caracteriza por el realismo superficial, los colores ricos e intensos, y fuertes luces y sombras. En oposición al arte renacentista, que normalmente mostraba el momento anterior a ocurrir cualquier acontecimiento, los artistas barrocos elegían el punto más dramático, el momento en que la acción estaba ocurriendo: Miguel Ángel, que trabajó durante el Alto Renacimiento, muestra a su David compuesto y quieto antes de luchar contra Goliat; el David barroco de Bernini es captado en el acto de lanzar la piedra contra el gigante. El arte barroco pretendía evocar la emoción y la pasión en lugar de la tranquila racionalidad que había sido apreciada durante el Renacimiento.
Entre los más grandes pintores del período barroco se encuentran Caravaggio,[4] Rembrandt,[5] Rubens,[6] Velázquez, Poussin[7] y Vermeer.[8] Caravaggio es heredero de la pintura humanista del Alto Renacimiento. Su enfoque realista de la figura humana, pintada directamente del natural e iluminada dramáticamente contra un fondo oscuro, sorprendió a sus contemporáneos y abrió un nuevo capítulo en la historia de la pintura. La pintura barroca a menudo dramatiza las escenas usando los efectos lumínicos del claroscuro; esto puede verse en obras de Rembrandt, Vermeer, Le Nain y La Tour. El pintor flamenco Antón Van Dyck desarrolló un estilo de retrato cortesano, con gracia, que influyó mucho, especialmente en Inglaterra.
La prosperidad de la Holanda del siglo XVII llevó a una enorme producción artística por gran número de pintores altamente especializados, que solo pintaban el género al que se dedicaban: escenas de género, paisajes, bodegones, retratos o pintura de historia. Los estándares técnicos eran muy altos, y la Edad de Oro holandesa estableció un nuevo repertorio de temas que fueron muy influyentes hasta la llegada del Modernismo.