Revoluciones de 1848 | ||
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Parte de Revoluciones atlánticas | ||
Lamartine, ante el ayuntamiento de París, se niega a la utilización de la bandera roja, 25 de febrero de 1848. | ||
Contexto del acontecimiento | ||
También conocido como | Primavera de Naciones, Primavera de los Pueblos, Año de la Revolución | |
Fecha | 23 de febrero de 1848 - principios de 1849 | |
Sitio | Occidental y Europa central | |
Impulsores | Sectores de la sociedad civil, Burguesa y el Movimiento obrero. | |
Motivos | Cambio de régimen, influencias nacionalistas, Revolución industrial y aparición del movimiento obrero. | |
Influencias ideológicas de los impulsores | Nacionalismo, Liberalismo, Derechos y Libertades | |
Gobierno previo | ||
Gobernante | Monarquías de carácter absolutistas | |
Forma de gobierno |
Monarquías: Monarquía de Julio Confederación Germánica Imperio austríaco | |
Gobierno resultante | ||
Gobernante | Nuevos gobiernos y Guerras civiles o Independentistas | |
Revolución o revoluciones de 1848, Primavera de los Pueblos o Año de las Revoluciones son denominaciones historiográficas de la oleada revolucionaria que acabó con la Europa de la Restauración (el predominio del absolutismo en el continente europeo desde el Congreso de Viena de 1814-1815).
Fue la tercera oleada del más amplio ciclo revolucionario de la primera mitad del siglo XIX, que se había iniciado con las denominadas «revolución de 1820» y «revolución de 1830». Además de su condición de revoluciones liberales, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero.[1]
Iniciadas en Francia, se difundieron en rápida expansión por prácticamente toda Europa central (Alemania, Austria, Hungría) y por Italia en el primer semestre de 1848. Fue determinante para ello el nivel de desarrollo que habían adquirido las comunicaciones (telégrafo, ferrocarril) en el contexto de la Revolución Industrial. La revolución en Francia tuvo dos episodios diferentes: el de febrero y el de junio. Contra la gran burguesía se hizo la revolución de febrero, pero cuando el proletariado amenazó el orden social en junio, la pequeña y la gran burguesía se unieron ante la subversión proletaria.[2]
Aunque su éxito inicial fue poco duradero, y todas ellas fueron reprimidas o reconducidas a situaciones políticas de tipo conservador (la espontaneidad de los movimientos y su mala organización lo facilitó), su trascendencia histórica fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener sin cambios el Antiguo Régimen, como hasta entonces habían intentado las fuerzas contrarrevolucionarias de la Restauración.[3]