El saqueo de Roma fue un suceso ocurrido en el mes de agosto del año 410. Se enmarca dentro de la segunda invasión de Italia llevada a cabo por Alarico.
La ciudad de Roma había sido asediada ya dos veces desde el inicio de la invasión y siempre con el objetivo de utilizarla como rehén y forzar así un acuerdo con el gobierno de Honorio. El fracaso en esta estrategia llevó a un tercer asedio y al saqueo final de la misma. Este duró tres días y se sustanció en el robo de objetos de manera que no afectó significativamente a los edificios. Las víctimas mortales no fueron excesivas aunque se contaron por cientos.
El saqueo no fue una victoria decisiva en la guerra y los visigodos tuvieron que seguir con su búsqueda de un asentamiento legal dentro del territorio romano que no conseguirían hasta el 418. En cambio, sí que tuvo consecuencias intelectuales al perder Roma y su Imperio el aura de invencibilidad y eternidad. Esto llevó, también, a una disputa entre seguidores del paganismo y el cristianismo sobre si la adopción de esta nueva religión había sido la causa del desastre.