La segunda ola feminista se sitúa desde la referencia de los estudios feministas anglosajones entre principios de la década de 1960 hasta finales de la década de los 80 coincidiendo con el inicio del Movimiento de Liberación de las Mujeres en Estados Unidos. Según esta referencia, mientras la primera ola del feminismo anglosajón se enfocaba principalmente en la superación de los obstáculos legales (de jure) a la igualdad (sufragio femenino, derechos de propiedad, etc.) en la segunda ola del feminismo en Estados Unidos las reivindicaciones se centraban en la desigualdad no-oficial (de facto), la sexualidad, la familia, el trabajo y el derecho al aborto.[1][2]
Autoras como Amelia Valcárcel o Celia Amorós sitúan la primera ola del feminismo en el feminismo ilustrado (desde la Revolución Francesa (1789-1795) hasta mediados del siglo XIX) con Olimpia de Gouges, Mary Wollstonecraft, o Poullain de la Barre que desarrollaron un pensamiento crítico-feminista en los márgenes de la Ilustración. El feminismo emerge como una vindicación transformando la teoría política señala Valcarcel.[3][4] La segunda ola del feminismo en el sufragismo, movimiento iniciado en 1848 con la Declaración de Seneca Falls con la reivindicación del derecho al voto y la reclamación de participación política hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 que reconoce el sufragio femenino como derecho universal.[5] Con esta genealogía del feminismo el Movimiento de Liberación de las Mujeres se incluiría no en la segunda sino en la tercera ola del feminismo, situada en el feminismo contemporáneo que tendría como precedente la publicación en 1963 de La mística de la Feminidad de la estadounidense Betty Friedan y que empieza a articularse en torno al 68 presentando una nueva agenda en relación con los derechos reproductivos.[6][7] En América Latina y en particular en el Cono Sur las acciones colectivas se retomaron en los años 1980 con la recuperación democrática.[8]