Una torre es un edificio mucho más alto que ancho. Sus funciones pueden ser diferentes, pero históricamente han sido militares y religiosas, además de estéticas (para esparcimiento de la vista y para adorno, indica el DRAE).[1] Más recientemente, el término se emplea para designar a diferentes estructuras tecnológicas, así como a edificios de oficinas o viviendas de gran altura. Las torres son uno de los principales hitos urbanos, y configuran la personalidad de una ciudad.
La referencia más antigua a estos edificios se encuentra en la Biblia: el episodio de la torre de Babel, que se considera inspirada en los ziggurat mesopotámicos. En los limes fortificados del Imperio romano se construyeron turris y burgus, precedentes de las casas-torre medievales.[2][3] La Edad Media fue un periodo caracterizado por la construcción de torres militares y religiosas (tanto cristianas como musulmanas). En otras civilizaciones distintas de la occidental se construyeron también torres con similares formas y funciones (pirámides mesoamericanas, torres del silencio zoroastrianas, gopuram de la India, pagodas chinas, castillos japoneses, etcétera); en algunos casos incluso alguna ciudad antigua edificó sus viviendas en altura, como Shibam (Yemen), la Manhattan del desierto.
La capacidad evocadora de las torres las han hecho ser muy frecuentemente utilizadas en el arte, tanto en las artes visuales como en la literatura (Las dos torres de la serie de novelas El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien), donde el arquetipo que simboliza una torre puede tener distintas simbologías, pero siempre vinculadas al aislamiento: torre de marfil,[4] cuando es positivo, o bien opresión y cárcel, especialmente por la trascendencia histórica de la función represora de muchas torres, identificadas con el poder (la Torre de Londres, las torres de La Bastilla).
Hice labrar una torreentre las peñas y riscos
de esos montes, donde apenas
la luz ha hallado camino,
por defenderle la entrada
sus rústicos obeliscos.
(...)
Allí Segismundo vive
mísero, pobre y cautivo.
Calderón de la Barca, La vida es sueño, acto I.