En 1879, el químico sueco Per Teodor Cleve separó del óxido de tierras raras erbia otros dos componentes hasta entonces desconocidos, a los que llamó holmia y thulia; se trataba de los óxidos de holmio y de tulio, respectivamente. En 1911 se obtuvo por primera vez una muestra relativamente pura de tulio metálico. Su nombre procede del antiguo nombre griego de Escandinavia en latín, Thulium.[1]
El tulio es el segundo elemento menos abundante de los lantánidos, después del radiactivamente inestable prometio, que sólo se encuentra en trazas en la Tierra. Es un metal fácil de trabajar con un lustre gris plateado brillante. Es bastante blando y se empaña lentamente en el aire. A pesar de su elevado precio y rareza, el tulio se utiliza como fuente de radiación en dispositivos portátiles de rayos X y en algunos láseres de estado sólido. No tiene ninguna función biológica importante y no es especialmente tóxico.