El vanguardismo, conocido por su nombre en francés avant-garde /avɑ̃ɡaʁd/,[1] expresión militar que significa «el que va adelante», «el que ocupa la primera línea de combate», se refiere a las personas y a las obras experimentales e innovadoras, en particular en lo que respecta al arte, la cultura, la política, la filosofía y la literatura; representa un empuje de los límites de lo que se acepta con la norma o statu quo, sobre todo en el ámbito cultural.[2] Alude también al conjunto de movimientos artísticos y literarios que se formaron a comienzos del siglo XX en Occidente que rompieron con la tradición académica y buscaron la innovación.[3]
El término vanguardia, frecuente en la historiografía española, francesa e italiana pero no así en la anglosajona, hace referencia al sentido de Avanzadilla con la que los movimientos del periodo asumieron que debían afrontar su producción artística, yendo por delante y rompiendo con el resto de manifestaciones de su momento. Esta actitud dio lugar a que el mito de lo nuevo, con el consiguiente desprecio por todas las realizaciones del pasado, se instale en el ideario de las vanguardias hasta que comenzaron a entrar en crisis poco antes de 1980.[4]
La característica primordial del vanguardismo es la libertad de expresión. Esta se manifiesta alterando la estructura de las obras, abordando temas tabú y desordenando los parámetros creativos. En la poesía se rompe con la métrica y cobran protagonismo aspectos antes considerados irrelevantes, como la tipografía.
La noción de la existencia del vanguardismo es considerada por algunos como una característica del modernismo, a diferencia de la posmodernidad. Muchos artistas se han alineado con el movimiento vanguardista y aún continúan haciéndolo, trazando una historia a partir del dadaísmo, y pasando por los situacionistas hasta artistas posmodernos como los Poetas del Lenguaje, alrededor de la década de 1930.[5] Estos movimientos artísticos renovadores —generalmente dogmáticos— se produjeron en Europa en las primeras décadas del siglo xx; desde donde se extendieron al resto de los continentes —principalmente hacia América, en donde se enfrentaron al modernismo—.
El término también hace referencia a la promoción de reformas sociales radicales; fue este sentido el que evocó el seguidor de Saint-Simon, Olinde Rodrigues, en su ensayo «L'artiste, le savant et l'industriel» («El artista, el científico y el industrial»), de 1825, el cual contiene el primer uso registrado del término «vanguardia» en su sentido ahora habitual: allí, Rodrigues pide a los artistas «servir como el vanguardismo [de la gente]», insistiendo en que «el poder de las artes es, de hecho, la forma más inmediata y rápida para la reforma social, política y económica».[6]