El viento solar es una corriente de partículas cargadas que se liberan desde la atmósfera superior del Sol, llamada corona solar. Este plasma consiste mayormente en electrones, protones y partículas alfa con energías térmicas entre 1,5 y 10 eV. Incrustado en el plasma solar-eólico, está el campo magnético interplanetario. El viento solar varía en densidad, temperatura y velocidad a lo largo del tiempo, y sobre la latitud y la longitud solar. Sus partículas pueden escapar de la gravedad del Sol por su alta energía fruto de la alta temperatura de la corona, que a su vez resulta del campo magnético coronal.
La corona solar se compone de plasma, una atmósfera de gas ionizado, y no es estática, se mueve llegando incluso a abandonar a la estrella. Este movimiento de la corona es el llamado viento solar o viento estelar para toda estrella de forma genérica. Este viento tiene principalmente electrones y protones, pero también trazas de núcleos de helio y otros elementos; con energías por lo general entre 10 y 100 keV. El flujo de movimiento de estas partículas variarán según la temperatura y el tiempo que lleven activas tras eyectarlas el astro, e incluso pueden escapar a la gravedad del Sol por a su alta energía cinética y la alta temperatura de la corona solar.[3]
El viento solar crea la heliosfera, una burbuja que rodea el sistema solar en el medio interestelar. Otros fenómenos son las tormentas geomagnéticas, que pueden destruir redes de energía en la Tierra, las auroras (luces del norte y del sur), y el plasma de las colas de los cometas que siempre apuntan lejos del sol.
En el siglo XIX, el astrónomo británico Richard C. Carrington cien años antes del descubrimiento del viento solar sugirió la existencia de un flujo continuo de partículas, las cuales fluyen hacia el exterior del Sol. En 1859 Carrington y Richard Hodgson observaron por primera vez lo que más tarde se conocería como llamarada solar.[4] Un estallido repentino de energía de la atmósfera solar se denomina llamarada solar. Al día siguiente se observó una tormenta geomagnética y Carrington sospechó de una conexión entre ambas (la llamarada solar y la tormenta electromagnética). Luego, George Fitzgerald sugirió que la materia expulsada de forma acelerada desde el sol, llega a la Tierra varios días más tarde.[5]
En 1910, el astrofísico británico Arthur Eddington esencialmente sugirió la existencia del viento solar, sin nombrarlo así, en una nota sobre un artículo en Comet Morehouse.[6] La idea nunca quedó configurada por completo, aunque Eddington también había hecho una sugerencia similar en una dirección de la Royal Institution el año anterior. En este último caso, postuló que el material expulsado consistía en electrones, mientras que en su estudio del Cometa Morehouse suponía que serían iones.[6]
El verdadero descubridor del viento solar fue Eugene Parker que en 1958 publicó su teoría de que la corona solar se movía en un flujo supersónico desde el Sol al cual llamó Viento Solar.[7] Esta publicación creó polémica entre los que pensaban que Parker tenía razón y los que pensaban que estaba equivocado. Se requirieron cuatro misiones espaciales rusas y siete estadounidenses para resolver la controversia. La prueba definitiva se obtuvo en 1962 con los datos de la sonda Mariner 2 en ruta hacia Venus.[8]
En 1990 se lanzó la sonda Ulysses para estudiar el viento solar desde altas latitudes solares. Todas las observaciones anteriores se habían realizado en o cerca del plano de la eclíptica del sistema solar.[9][10]