La palabra androcentrismo hace referencia a la práctica, consciente o no, de otorgar al varón y a su punto de vista una posición central en el mundo, las sociedades, la cultura y la historia. Desde una perspectiva androcéntrica, los hombres constituyen el sujeto de referencia y las mujeres quedan invisibilizadas o excluidas.[3] Esta perspectiva no es únicamente atribuible a personas, sino también al lenguaje y a las instituciones sociales. Tampoco es una perspectiva que solamente poseen los hombres, sino todas las personas, hombres y mujeres, que han sido socializadas desde esta visión.[4] El antónimo de androcentrismo es ginocentrismo.
La visión "androcéntrica" del mundo separa a mujeres y hombres y refuerza estereotipos de unas y otros según los roles de género que deben cumplir en las diversas esferas de la vida pública y privada.[5]
Mujeres y hombres tenemos características fisiológicas y sexuales distintas. A esto le llamamos "sexo". Por otra parte, nos diferenciamos porque cada sociedad, cada cultura ha desarrollado una valoración y un significado distinto a esas diferencias de sexo y ha elaborado ideas, concepciones y prácticas acerca del ser hombre y ser mujer. Este conjunto de características y normas sociales, económicas, políticas, culturales, psicológicas, jurídicas, asignadas a cada sexo diferencialmente y de acuerdo a un orden preestablecido, es lo que se llama "género". Se nos enseña a ser hombre o a ser mujer, dependiendo de las características fisiológicas del cuerpo y genitales externos. Este orden se construye cultural, social, económica y políticamente sobre el sexo y pone a los hombres en una categoría de dominación y a las mujeres en una categoría de subordinación.[6]
El término androcentrism, construido sobre la raíz griega andro- (ἀνδρός, «Hombre, varón»), fue introducido en el debate sociológico por la estadounidense Charlotte Perkins Gilman con su obra de investigación The Man-Made World; or, Our Androcentric Culture, publicada en 1911. En ella, Perkins Gilman describía las prácticas sociales que definía como androcéntricas y los problemas derivados de dichas prácticas.
El concepto de androcentrismo está muy relacionado con el origen y desarrollo posterior en la historia del patriarcado así como en la discriminación que existe hacia la mujer en el mundo educativo, legal, laboral o personal.
En ocasiones se alega que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución francesa es androcéntrica, ya que defiende las libertades de los hombres sin proteger explícitamente las de las mujeres. La filósofa política francesa Olympe de Gouges lo creyó así y reclamó a través de su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana los mismos derechos para el género femenino.
Asimismo, el lenguaje que se utiliza de manera habitual es androcéntrico, puesto que es frecuente que se considere el masculino como genérico. Según Montserrat Moreno, profesora del Departamento de Psicología Básica de la Universidad de Barcelona (España), el androcentrismo «impregna el pensamiento científico, filosófico, religioso y político desde hace milenios».
Por su parte, Amparo Moreno Sardà (Universitat Autònoma de Barcelona) señala que el sustento de androcentrismo se encuentra en el sistema de valores del "arquetipo viril" que se generaliza como sinónimo de "lo humano", es decir, el varón adulto, blanco, heterosexual y propietario. Por ello, pone especial atención en no restringir la crítica al sexismo, para poner el acento en el carácter sexista/adulto/racista/clasista/fascista/ que se resume en la palabra androcentrismo.[7]